domingo, 22 de diciembre de 2019

“Incomprensible e intolerable” eres tú, Ada Colau


La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha protestado en su cuenta de Twitter por la actuación de los Mossos. 

"Juan y Livia y sus hijos tienen un piso del Ayuntamiento y entrarán a vivir en 15 días. Informamos a la Generalitat y a los juzgados. Es incompresible e intolerable el despliegue policial. Hemos llamado a Interior para que detenga inmediatamente la intervención". 

(Fuente: diario El País, edición digital, viernes 20 de diciembre de 2019)

Fotografía publicada en el diario "El País", edición digital, del 20 de diciembre de 2019 

Leyendo la prensa, viendo las noticias en la tele u oyendo a bastantes tertulianos en la radio se diría que somos una especie amenazada los que nos alegramos del imperio de la ley. A juzgar por el  más bien escaso apoyo expreso que esta convicción tiene en los medios cabría pensar que somos muy pocos a los que nos complace, mucho y muy íntimamente, que una resolución judicial se lleve a efecto. Más aún cuando a ello se opone, al punto de la resistencia física, un grupo de personas a través de una asociación (Sindicato de Inquilinos), cuya disolución debería plantearse la Fiscalía, la Abogacía del Estado o a quien competa acabar con toda forma de agrupación que promueva acciones ilegales e incluso delictivas, como lo son la obstrucción o resistencia a la acción de la justicia y el atentado contra la autoridad. Pese a que en los medios pueda parecer otra cosa, tiendo a pensar que somos muchos y así lo noto en infinidad de conversaciones de la vida diaria.

Y más todavía nos alegra que la LEY (¡qué bello es tu nombre!) se imponga sobre la irresponsabilidad, la demagogia y la hipocresía de quienes desde el poder, como ha hecho Ada Colau, se oponen a que se cumpla aquella y las resoluciones judiciales que la aplican. No saben cuánto nos gusta a los que así pensamos que no se salga con la suya alguien que, como ha hecho Irene Montero. Alguien que se ha valido de manera cobarde y malintencionada del eco mediático que le otorga su condición de política famosa, aunque lo sea sobre todo como “consorte” del muy posible beneficiario inminente de coche oficial y del tratamiento de excelentísimo señor D. Pablo Iglesias Turrión. ¿Dónde quedó aquel mantra, aquel cacareo incesante y despectivo de “la casta"? La sucesora del antiguo amigo del alma, Íñigo Errejón, como portavoz de Podemos en el Congreso de los Diputados llegó incluso a difundir un vídeo plagado de mentiras y demagogia (“ahora resulta que les impone una subida abusiva de ese alquiler, de 300 euros”)  en el que hacía público el nombre de la propietaria de la vivienda a la que “pedía” que negociase con sus inquilinos un “alquiler justo”. Que hubiese puesto ella el dinero que les faltaba a los inquilinos para el pago de la renta. Pero, no, la compañera de Iglesias trató de amedrentar a la propietaria haciendo público su nombre. ¡Qué bajo!

Como muchos otros de los que detestamos el perverso "buenismo" de los demagogos y demagogas baratos y baratas, siento un dulce cosquilleo ahí adentro al constatar que ni unidas podéis con la ley y la justicia. Qué gusto experimentar esta vez que leyes y tribunales, teniendo que usar por vuestra culpa “la espada” con la que la policía les ha servido, hayan sido mucho más fuertes que vuestras mentiras demagógicas y vuestra hipocresía. El placer es mayor aún al haber ocurrido la victoria de la ley en Barcelona, donde hace ya demasiado tiempo que siempre ganan los otros: los infractores, los alborotadores, los vándalos, los amenazadores, violentos y, a menudo, pura y llanamente, los delincuentes, Toda una alegría  que no se haya hecho vuestra asilvestrada, y en el fondo disparatada, voluntad y que España siga estando mayoritariamente sometida al imperio de la ley. “The rule of law”, en su archiconocida formulación inglesa, es la piedra angular del Estado de Derecho. En otras palabras, es la línea divisoria entre el mundo civilizado y más o menos próspero y el resto, esto es, esas decenas de países donde tristemente abundan la arbitrariedad del poder, la barbarie y, casi siempre, la pobreza. Por ejemplo, Venezuela o Irán, por nombrar dos de ellos. Ana e Irene, Colau y Montero, dudo incluso que lo sepáis, o no del todo y bien, pero está claro que para vosotras dos, y mucha de la grey que os apoya, no acaba de estar claro algo tan sencillo y contrastado.


La ley no es un adorno que uno elige ponerse o no. Hoy me va bien, lo uso. Mañana no, que le den, ahí te quedas. No la ley “no va de eso”, es un “sí o sí”, por usar expresiones a la altura de su pobre y ramplón verbo. La ley es un mandato y si no os gusta, promoved su cambio, pero entre tanto, "ajo y agua", señoras o señoritas, ciudadanas, camaradas, o como queráis que se os llame. Os toca respetarla, obedecerla y cumplirla. Como cargos públicos electos, es vuestro deber no alentar a otros, ya sean autoridades o particulares, a impedir que se aplique

Por las buenas o por las malas, si es preciso, pero la ley ha de prevalecer siempre. Esto en España hay mucha gente a la que no le acaba de entrar, dicho sea de paso. En sus berroqueñas molleras no acaba de calar la convicción de que la democracia y el uso de la fuerza por parte de la policía para garantizar el cumplimiento de leyes y sentencias no sólo no se oponen, si no que se refuerzan. Ha de tratarse, por supuesto, de un uso necesario, no gratuito, y proporcional, esto es, en el grado necesario para imponerse, lo que no asegura que se produzcan heridas y lesiones. Y la responsabilidad de tan desagradable circunstancia recae siempre sobre quienes se enfrentan a las legítimas actuaciones de la policía. Cuando esta da, además, cumplimiento a un mandato judicial expreso no hay excusa que valga. Cumplido todo lo anterior, el que "reciba" se lo ha buscado, no le ha dejado otra salida a la policía y bien merecido lo tiene. Estas explicaciones son como de Epi y Blas, cierto, pero no veáis la cantidad de gente que sigue del todo perdida en tan elemental cuestión. 

Otro motivo de alegría es ver que los Mossos d’Esquadra, ¡esta vez sí!, han cumplido con su deber e hicieron un uso legítimo de la fuerza ante la resistencia de quienes se habían propuesto impedir físicamente por tercera vez la ejecución del desahucio ordenado por el juez. Ha habido una detención y, aunque sospechamos que tal vez en eso la actuación policial se ha quedado corta, es una gran satisfacción que al menos una persona, menos es nadie, pueda tal vez recibir el castigo que su conductiva delictiva merece.
 
Imagen procedente del diario ABC, edición digital del 24-10-2019

Volviendo a los hechos, según la edición digital del periódico El País del pasado viernes 20 de diciembre: “La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha protestado en su cuenta de Twitter por la actuación de los Mossos. ‘Juan y Livia y sus hijos tienen un piso del Ayuntamiento y entrarán a vivir en 15 días. Informamos a la Generalitat y a los juzgados. Es incompresible e intolerable el despliegue policial. Hemos llamado a Interior para que detenga inmediatamente la intervención’.

Incompresible e intolerable es que la máxima autoridad municipal interfiera en un proceso judicial civil, en un asunto entre particulares. Y más todavía que lo haga apoyando la obstrucción reiterada a la acción de la justicia, ejerciendo una presión que supone un abuso o mal ejercicio del poder, no respetando su separación y arrogándose funciones funciones que no tiene. Si el Ayuntamiento de Barcelona dispone de pisos, de ayudas sociales o cualquier otra forma de solucionar el probablemente grave problema al que se enfrenta la familia desahuciada debería haber actuado con mayor celeridad. Aunque la promesa de una vivienda por parte de una alcaldesa en Twitter no constituya un motivo legal para retrasar más aún el lento y accidentado desahucio ordenado por el juez correspondiente, tal vez sus palabras no merezcan demasiado crédito, además. En todo caso, lo reiteramos, Ada Colau se entromete en el ejercicio de su cargo en un asunto judicial entre particulares, de forma contraria a las leyes. Pero ella es así. Donde huele una oportunidad de postureo y de demagogia populista, donde calcula que va a quedar bien, allí que va ella, con esa gracia y esa ciencia tan suyos... ¡Mare meva, quina "noia"!


Y si la corporación municipal barcelonesa carece de medios, que los acoja la propia y bondadosa (sic) Ada Colau en su casa o que lo haga cualquiera de los que protestan contra los desahucios que disponga del espacio mínimo necesario para hacerlo durante tan sólo quince días, según la Alcaldesa de Barcelona. Con las vacaciones escolares de Navidad por delante la ocasión es perfecta para que, por ejemplo y como ejemplo, Irene Montero y su doblemente compañero (cuesta llamar así a quien a la vez es su “jefe” y mentor o favorecedor) invitaran a la familia objeto del lanzamiento judicial a pasar en su amplio chalet de Galapagar los quince días de marras. Esas poco más de dos semanas que restan para que, por fin, Ada Colau articule una solución que no sea la de la caridad obligatoria a costa de la propietaria, con la que de manera tan rastrera, abusiva y demagógica se ha portado Irene Montero. De paso esa familia -catalana, supongo, aunque sus apellidos, como los de tantos otros, no lo sean- podría pasar unos días en Madrid y comprobar, tal vez, que el ogro no es tan fiero como lo pintan…

Intolerable eres tú, Ada Colau. Intolerable es que una Alcaldesa no respete la separación de poderes y pretenda impedir la acción de la justicia. Intolerable es que se trate de imponer a una propietaria que no ejerza los derechos que la ley le otorga y se le presione del modo en que se ha hecho, haciendo público su nombre y apellidos. La caridad no se exige, la practica uno mismo, si puede y lo tiene a bien. Desconozco la situación económica de la propietaria, pero tanto Ada Colau como la posible futura Ministra de la Vivienda, Irene Montero, deberían plantearse siquiera la posibilidad de que necesite esas rentas para vivir, tanto ella como su familia. En todo caso, eso da igual. Si ese dinero se lo va a gastar la propietaria de la vivienda en irse a esquiar o en cenar caviar en Nochebuena, está en todo su derecho y me parece estupendo. Ya está bien de demagogia. No suele fallar, por cierto, la propensión a ella que tienen los políticos más dados a expresarse de inmediato y con altísima frecuencia por ese medio. Da igual que sean hombres o mujeres, jóvenes o viejos, guapos o feos, de derechas o izquierdas, tengan pelo natural o que alguna extraña masa capilar cubra sus cabezas, que estén en Washington, en Barcelona, o en Galapagar... Cuánto más demagogos, cuanto más pobres y falaces sus pretendidos razonamientos, más se tiran "al Twitter".  

Asimismo, es muy probable que muchos de los que se concentraron en la Travesera de Gracia en una mañana de un día laborable atenderían mejor a sus necesidades materiales presentes o futuras, incluida la básica de la vivienda, si hubiesen dedicado ese tiempo a trabajar o estudiar. Sería más productivo para todos. Aunque cada cual hace lo que le viene en gana con su tiempo, faltaría más, es indiscutible que se perjudica el interés general con al menos una parte de esas conductas. Un desalojo que ha requerido un gran despliegue policial y tres intentos es evidente que nos ha costado a todos los contribuyentes un dinero que se podría haber destinado a otros fines (vivienda social de alquiler, por ejemplo). Como también lo costará el proceso judicial que debería seguir a la detención que se produjo o la atención sanitaria que pueda haber precisado quienquiera que se llevase algún justificado, que no represor, porrazo policial. Sospecho que esa “sarna”, aunque sea con gusto, sí pica. Quizá una opción mejor habría sido una colecta para pagar el alquiler con su actualización legal y legítima, que no abusiva -entérate, Irene Montero. No juegues de manera aviesa con las palabras.

Es de un cinismo insuperable contribuir, de una u otra forma, a que sea necesario el uso de tantos recursos policiales y a la vez indignarse por el despliegue. Es cínico y es un disparate, un atentado contra la verdad y la lógica, todo junto. Pero la demagogia tiene estas cosas, su lógica interna es contraria a la verdad, pues va siempre cogida de la mano con la mentira y está peleada con la auténtica lógica, la de la causa y el efecto. Esta vez, por fin, no se han salido con la suya ni Ada Colau, ni Irene Montero, ni esa asociación que responde al nombre de “Sindicato de Inquilinos”. Una entidad de más que dudosa legalidad, puesto que uno de sus fines reales es la obstrucción a la acción de la justicia. Obstrucción que, al menos en este caso, ha provocado una detención por atentado contra la autoridad.

Cuando la autoridad llama a la obstrucción a la justicia “algo huele a podrido en Dinamarca” *. ¿Porque no era Polonia, verdad, lo que dijo Shakespeare en Hamlet?




* Nota.- "Something is rotten in Denmark" reza el texto original, antes citado en su traducción más habitual, aunque quizá pierda fuerza frente a la más literal: "algo está (o se ha) podrido en Dinamarca". 



This phrase is taken from William Shakespeare’s play Hamlet. The speaker is Marcellus, a guard, who talks to his philosophical comrade, Horatio, saying, Something is rotten in the state of Denmark … (Act-I, Scene-IV). The reason of saying this is just not that Denmark is facing dirt. It means that the situation of Denmark is similar to a fish that rots from head to tail, or in other words, it shows that everything is not good at top of political hierarchy.


(https://literarydevices.net/something-is-rotten-in-the-state-of-denmark/).

Cuánto recuerda, por cierto, a la Cataluña actual esa Dinamarca de Hamlet que, como el pescado podrido, hiede de la cabeza a la cola.








domingo, 17 de noviembre de 2019

La patología independentista catalana. Análisis de una variedad muy extendida.



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Fotografía: DonDiario.
Como los tengo en la familia -ninguna es perfecta-, sé de lo que me hablo.


Nací en Barcelona y en ella viví unos añitos, los últimos del régimen de Franco. Entre 1975 y 2019 casi no ha habido año en que no haya pasado alguna temporada en Cataluña, además de algún que otro viaje de trabajo o por ocio. Como he dicho, en un pasado ya distante viví allí y hace tiempo que es imposible no celebrar el haber dejado de hacerlo, el providencial cambio de trabajo de mi padre que nos trajo a Madrid, aunque he viajado bastante, pasado formativos y enriquecedores períodos fuera de España y vivido, incluso, varios años en otro país. Uno es curioso, observador por naturaleza, y aunque a la gente no le gustaba hablar del tema, se iba obteniendo información, además de haber seguido con atención la publicada en los medios de comunicación.

Para que se hagan una idea, resultaba preciso algo parecido a un interrogatorio para que algunos amigos catalanes se abriesen un poco y te diesen detalles tan objetivos como la lengua en que se enseñaba en los colegios de sus hijos. Costaba enterarse de algo tan fáctico e inmediato como la lengua vehicular (la respuesta se la imaginan, ¿no?). Y otro tanto pasaba con el número de horas dedicadas al aprendizaje del castellano o español: muy reducidas, con una presencia igual a las lenguas extranjeras (el inglés, vamos), al menos en tiempos recientes. Más tabú resultaba aún preguntarles si era medianamente fácil, o simplemente posible, encontrar un colegio público, incluso concertado o privado donde la lengua vehicular fuese el castellano o español. Y no eran independentistas o, al menos, jamás expresaron serlo. Unos eran catalanes de pura cepa, de los de ocho o más apellidos, otros de orígenes foráneos, descendientes de la numerosa emigración de otras partes de España -la andaluza la más numerosa, pero ha habido muchas otras, sin salir de mi familia, natural o política, la hay también de las dos castillas y extremeña.

Por resumir, dominio absoluto del catalán en la enseñanza, se quisiese o no. Es decir, un bilingüismo de lo más asimétrico o desigual, con manifiesta conculcación de la co-oficialidad de las otras lenguas españolas y la común, el castellano, establecida por la Constitución Española de 1978. Infinidad de resoluciones judiciales lo avalan. Igualmente numeroso ha sido su incumplimiento y la frustración, o inexistencia incluso, de su ejecución. El idioma local o la lengua vernácula como barrera para la movilidad, desde e incluso a, otras partes de España. Sin duda ha sido fundamental la supremacía e imposición, consentida o no, del catalán. Una imposición que luego llegó a límites totalitarios, como la exigencia por ley de su presencia en la rotulación de tiendas y negocios en general e incluso en la documentación del tráfico empresarial-económico destinada a los clientes. El idioma propio o local ha sido el instrumento fundamental para la formación, o inoculación, de un sentimiento nacional catalán, germen del siguiente estadio, el independentismo, que es desde hace ya unos años lo predominante en las aulas y medios de comunicación públicos, entre otros engranajes de la potente maquinaria desplegada.   

Han sido algo más de cuarenta años de fotos sucesivas de Cataluña, imágenes o cortos de una evolución, cambios palpables, y de trato con personas de muy distinta condición. La mayoría mansos que, impotentes o prefiriendo no ver, hicieron como que no pasaba nada, durante muchos años. Así, hasta que se ha vuelto imposible no tomar partido, porque ni vivir con un mínimo de normalidad resulta posible allí. Todo lo ha invadido el nacionalismo rampante, mutado en independentista decidido en los últimos años, aunque el sentimiento y la aspiración última siempre anidó en los rectores del nacionalismo. Singularmente, habitaba en la cabeza y el corazón de su gran hacedor, el Molt Deshonorable Jordi Pujol, quien en paralelo tejía un entramado empresarial-familiar basado en practicas corruptas. El sacrificio de la entrega a la santa causa del nacionalismo catalán, a lo largo de muchos de años de carrera política, merece alguna compensación, que la familia viva mas que desahogadamente, ¿no? La pela es la pela y eso es catalanidad pura, consustancial a la idiosincrasia, que el dinero importe muchísimo. No es exclusivo, pero el grado de importancia atribuida al vil metal, con su precipitado de egoísmo, tampoco exclusivo, sólo mayor, es aceptable como “hecho diferencial”. Lo admitimos.

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Por desgracia la corrupción no ha sido, ni es, ni será un elemento diferenciador, pues seguirán aflorando casos en todas partes. Sí lo son, la sistematicidad, aquel 3% que a alguien se le escapó en sede parlamentaria, y que se cerraran filas para enterrarlo cuanto antes, incluida el discreto tratamiento de estos casos en los medios de comunicación. No conviene deteriorar la imagen del "Edén catalán". Duro trago el de tener que reconocerse tan pecador como el resto de los españoles y dar, así, argumentos al cada vez más utilizado enemigo exterior, ahora ya llamado “invasor” y “opresor”. ¡Quién da más! Aparte, quien más, quien menos tiene algo que es mejor no airear. Lo que pasa es que la salpicadura, la mancha profunda, mejor dicho, del padre contemporáneo de la patria catalana, el Moisés que guiaba a su pueblo hacia la liberación nacional y el elemento familiar, con tintes de “El Padrino”, singularizan el caso. También la benignidad y lentitud geológica de la respuesta judicial. El afloramiento de corrupción en gente de la vieja CiU no es para nada ajena tampoco al acelerón que Artur Mas le dio a la aspiración de independencia. Una causa común y de este calado deja en segundo plano algo tan extendido como la corrupción.

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La tipología social más abundante, al menos entre mis numerosos interlocutores a lo largo de los años, es la de los que vivían bastante ajenos a lo que se estaba gestando, primero. Y también, aunque ya menos ajenos, a lo que progresaba y mucho. Aceptaremos lo de “tsunami”, pero la desposesión del adjetivo democràtic (sic) es obligada. El cinismo no me va. La mayoría eran dóciles, apenas se “coscaban”. Algunos han sido víctimas del fracaso escolar, al que ha contribuido especialmente su dificultad para el aprendizaje de idiomas, el catalán, claro. Aparte de los factores ambientales y de niveles de formación, en mi familia, en sentido amplio, coexisten diversas ramas con grandes diferencias genéticas, particularmente en cuanto a nivel de inteligencia.  

También los tengo en la familia partidarios, de una u otra forma, de la independencia, particularmente de corazón. No son los más tontos, ni tampoco los más listos de la familia, muy posiblemente se mueven en niveles medios o hasta medio-altos, en algún caso. Ni son tampoco los más formados, ni los menos, e igualmente pasa con su nivel de información, con su seguimiento de las noticias. En todo ello se mueven en valores medios, lo cual los hace muy representativos.

Puigdemont y Bentanachs
Puigdemont posando ante su "Casa de la República" (Waterloo, Bélgica) con Fredi Bentenach, fundador de la banda terrorista Terra Lliure (más de 200 atentados), el 2 de septiembre de 2019. Visita facilitada por la plataforma "Chalecos Amarillos Global". (fotografía: diario ABC)

Nos guía la pretensión de ecuanimidad, lejos de todo sesgo o sectarismo. Cada cual tiene sus ideas, sin duda, y sus sentimientos. Otra cosa es su fundamento y, más aún, el distinto grado de libertad en que unas y otras se han desarrollado, el ambiente plural o monolítico, la presencia circunstancial o constante de uno y otro nacionalismo, si bien en ambos territorios ha habido variaciones, aunque las diferencias no se han reducido significativamente, dada la eclosión o desafuero del nacionalismo catalán en los últimos dos años. Un proceso de aceleración que, como interesado en la política y la historia, no deja de parecerme fascinante, pese a su notoria toxicidad y más que previsible resultado dañoso, para todos. Así será, o está siendo, sentimientos aparte.

Los que se consideren que han logrado o, al menos, avanzado en su objetivo, se sentirán ganadores, total o parcialmente, y tendrán sus alegrías. Los que se vean más lejos del modelo de Estado y de convivencia que desean, se sentirán perdedores. Es ley de vida. Si bien, dada la inevitable aparición del odio alcanzado cierto nivel de tensión, tampoco lo sentimental dará, a mi juicio, arrojará un saldo favorable en el agregado. La desafección crece. No se puede pedir que la gente tenga madera de santo, tampoco la de mártir, abunda. No son tiempo de heroísmos.

El escenario que sigo juzgando más probable, al menos a unos años vista, tampoco muchos, es el del avance en la autonomía de Cataluña, como antesala de su independencia, previo referéndum, que es probable se fije sine die o para un tiempo en que quien lo pactó, o lo pactaron, ya no estarán. Un “marrón” enorme como legado que habrán de comerse otros. Pero no nos guía el afán de predecir, siempre arriesgado y supeditado a que no sobrevenga alguna muerte, por ejemplo, o algún factor impredecible en este momento, que rompa el gran abrazo del otro día, o lo haga inútil.

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Ya es hora de que me ponga con el objeto inicial de este texto, nacido en un improvisado mensaje de WhastApp: realizar un somero análisis de los síntomas de la patología independentista, a partir del caso de un familiar. Si nos ponemos a ello, aparte de que la cabra curiosa y analítica tire al monte del análisis, del querer entender qué produce estos brotes, no es por los que padecen esta enfermedad, muchos de los cuales parecen incurables. Además, sarna con gusto no pica, o no del todo. Pero es que ya estamos en evitar la infección. Paliar la propagación es lo que, mayormente, le anima a uno a este esfuerzo, seguramente inútil, de escribir. Se lee poco y menos a quien escribe en una tribuna de tan reducida difusión.

A continuación, el somero análisis de síntomas de una variedad de la patología, bastante extendida, del nacionalismo catalán e independentista, al menos, independentista de corazón y mucho. 

Esta variedad de la patología presenta una forma modulable, que permite al enfermo desear una cosa y decir que no la desea al tiempo. El mensaje del paciente cambia de manera significativa en función de su interlocutor y, asimismo, en función del curso de los acontecimientos. Le sirve al paciente para evitar frustraciones y justificar a posteriori cualquier evolución de los acontecimientos. En primer lugar, ante sí mismo. La enfermedad cursa con una forma de discurrir plagada de contradicciones y eufemismos. Como ocurre con patologías aún más severas el enfermo se juzga cuerdo y considera locos tanto a parte de aquellos con los que comparte sentimientos de independencia, como a los que se oponen fuertemente a ello, si bien con aversión exclusiva hacia estos últimos. A su vez, en la espiral de sus contradicciones, el enfermo pierde, entre otras facultades mentales, la del cálculo básico de las distancias y se considera políticamente equidistante entre uno y otro de los grupos antes señalados.


1.- La invención o exageración constante y disparatada del hecho diferencial.

En el caso concreto objeto de análisis, la referencia a cómo algo se dice en la lengua vernácula, con un énfasis de admiración o hallazgo, no suele superar el intervalo de media hora. “Como decimos aquí, …”, “como se dice en catalán, …”, “como decimos los catalanes”. Prácticamente siempre la frase o expresión, traducida literalmente al español, o con mínimas variaciones por las diferentes sintaxis, es también común en esta lengua. No pocas veces también en una o varias de las otras lenguas que hablo o conozco.

Lo curioso es que la persona en cuestión tuvo el castellano como lengua materna, fue la lengua única o principal en su paso por el colegio, y tiene una cierta competencia en dicho idioma. Pero, en fin, igual es que se está perdiendo hasta ese punto el uso del castellan. O  se trata del embeleso que suele producir una lengua cuyo uso competente se ha adquirido de forma deliberada, tal vez no sin algo de esfuerzo o afán, sobre todo las competencias de lectura y escritura.

En cualquier caso, las referencias a la lengua local resultan muy cansinas y el tono de emocionada admiración ante el supuesto hallazgo léxico o la originalidad de la formulación, enseguida desmentidos por la tozudez de los hechos, realza el ridículo y confirma la ausencia de sentido de la realidad hasta en el plano léxico en quienes padecen esta patología.


2.- La amalgama de la España unida con el franquismo y sus atrocidades, en conjunción con la invención de otra singularidad, otro hecho diferencial: Cataluña como bastión de resistencia antifranquista.

Las ideas sobre la historia de España de esta persona y aún sobre la interpretación de nuestro pasado colectivo más reciente y la adhesión o rechazo a los principales partidos políticos, se fundamenta en lo siguiente.

Un ingrediente importante de este engrudo histórico de agravios y diferencias, el más potente en el plano sentimental, es la historia inventada de una invasión o sometimiento de siglos, pero a la vez sin mezcla, ni dilución de las esencias catalanas, las cuales habrían pervivido milagrosamente a tanto ataque.

Si consideramos que no pocos de los que suscriben esto, como artículo de Fe, ni siquiera han nacido en Cataluña, si no que serían eslabones de ese movimiento de opresión e invasión, la situación ya se torna delirante. No es que se declaren conversos y pidan perdón por los abusos e injusticias cometidos por sus antepasados, castellanos y murcianos en este caso. Es que directamente forman parte del pueblo invadido y oprimido desde un tiempo muy lejano y de forma ininterrumpida.

3.- Sesgo muy izquierdista, con toques semi-revolucionarios, y fusión abigarrada de enemigos, pasados y presentes: el franquismo, los ricos y explotadores, la banca, los fachas, los rupestres mesetarios y andaluces, los pijos y chorizos del PP, los temibles chicos de Abascal, y hasta la parte menos ilustrada y modernizada del socialismo español.

Todos ellos integrando el bando enemigo, sin solución de la continuidad histórica y superando la dispersión geográfica, e incluso sus conflictos de intereses y divisiones internas, tal vez hasta con la malquerencia hacia Cataluña como argamasa que sostiene tan variopinta unión.

Ahora, con Vox, más el PP, la derecha pija y choriza de Madrid (“Madrit”, para los hablantes nativos de catalán), incluidos los restos de esos indeseables de Ciudadanos, se palpa el riesgo de que se forme una gran coalición, que los aplastará sin miramiento alguno, mediante los medios más crueles y llevando a cabo toda clase de iniquidades. Una temible y reaccionaria coalición que añadirá un nuevo capítulo a la larga serie de afrentas padecidas por el pueblo catalán. Otra vez sufriendo a los bárbaros venidos de fuera, para perpetuar la ocupación, si no se actúa a tiempo y con determinación.

4.- La ceguera, en los casos más graves, el cinismo, en muchos otros, que se manifiesta  en la obstinada negación del lavado de cerebro e inducción al nacionalismo y el independentismo.

5.- El federalismo, asimétrico o no, como solución viable y paso previo a la Nueva Era, una España que por fin enfrente la verdad de que no es una nación, si no un Estado sin identidad nacional, una yuxtaposición artificial, una ficción de unidad, formada por muchas identidades claramente identificables y muy diferenciadas, en especial, la catalana y la vasca.

Lejos de reajustar el estado de las autonomías para armonizar las legislaciones, eliminar diferencias, reducir gastos innecesarios y quitar las trabas a la libre circulación de bienes y personas, a la realización, en definitiva, de una misma actividad en todo el territorio nacional, lo que se impone es llevarlo más allá, descentralizar aún más. Asimismo, no debe haber una caja común, a la que se contribuya en función de la riqueza de cada comunidad autónoma, si no que cada palo debe aguantar su vela.

Cuestiones de pasta aparte, el federalismo se funda, sin duda, en que la afirmación de Cataluña como nación conlleve la negación y dilución de la condición nacional de España. Sin una casa enteramente propia, en la que hacer aún más de su capa un sayo,  quieren establecer nuevas reglas de organización territorial del poder en el conjunto de España (“el Estado español”), que pasaría a estar organizado en compartimentos más autónomos, más descoordinados y libres del control del gobierno central. Allá donde pese a todo no existe un sentimiento nacional propio, será un pragmático y folclórico regionalismo el que vaya borrando todo sentimiento nacional español.

Una medida clave en la negación y transformación de España, tal vez la de mayor calado y mayor potencial desestabilizador, es derrocar a la monarquía. Un rey, todo rey, que desempeñe la Jefatura del Estado en España, es la encarnación de una forma de unidad y continuidad de España a través de siglos y hasta continentes, simboliza su resistencia en momentos de gran dificultad y hasta su glorioso pasado, según ellos sólo pretendido, producto de la propaganda.

Al extendido deseo entre los independentistas militantes o de corazón de “echar al Borbón” le añade saña, entre los filocomunistas, el odio a los ricos y conservadores. Hasta el innegable porte y distinción de Felipe VII o la belleza extrema de Leonor de Borbón, Princesa de Asturias son la guinda. o la gota que colma el vaso, de su fobia a la monarquía, la cual adornan con zarandajas tales como su falta de legitimidad democrática y su coste, en cuya respuesta no vamos a entrar ahora. Aburre tener que impartir formación elemental, más aún a tan obtuso y empecinado alumnado. Es probable que con muchos de ellos hasta hubiese que empezar por explicarles qué significa obtuso y empecinado.

Como esta patología es incompatible con la auto-exigencia de un pensamiento coherente y recurre al cinismo en cuanto los hechos “se confabulan” contra sus intereses, llevan años detestando al Rey. Lo consideran ajeno, no le reconocen autoridad, pero a la vez le acusaron de parcial y de insensible a la causa del nacionalismo catalán en su mensaje de 3 de octubre de 2019. En él, tras el intento de la Generalitat de Cataluña de celebrar un referéndum unilateral sobre la independencia de Cataluña, declarado previamente contrario a Derecho por el Tribunal Constitucional, Felipe VI denunció “la deslealtad inadmisible” de aquella, marcando así la senda del famoso artículo 155 de la Constitución, además de intentar calmar la preocupación de los españoles ante los recientes acontecimientos ocurridos en Cataluña, primer gran aluvión de lodos venidos de los polvos esparcidos, con la dedicación constante de un buen pagés, por el inefable Jordi Pujol, consultor de videntes y al que el último gran escritor catalán, Josep Plá, hizo blanco reiterado de su desconfianza y desprecio. 

DIAGNOSIS

Estamos ante una patología mental altamente peligrosa, calificable de pandemia en Cataluña. Su gravedad deriva tanto de las graves alteraciones en la percepción de la realidad que produce en quienes la padecen como de su fácil contagio. Existen factores fuera de Cataluña que hacen temer que su potencial de rápido contagio se haga realidad.

En el resto del cuerpo político español, e incluso en parte de su tejido social, la enfermedad ha dado muestras de sus primeros síntomas graves. Por conveniencia, por convicciones, o por ambas cosas juntas, existen quienes contribuyen a la extensión de la patología aquí descrita, a la que atribuyen incluso poderes sanadores, de reconstitución del enfermo.

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Nota del Autor.- Fortaleced vuestras defensas mentales que “el virus de la peste independentista” se asienta más y más “en Madrid”. Por razones biográficas, pasión observadora- analítica-formuladora -¿cabe separar esos elementos?- y búsqueda de la verdad esta gentuza, más sus alianzas de intereses e ideológicas, sin excluirse, concurrentes, me han mutado en un patólogo diletante. Los llamo gentuza no por sus ideas o sentimientos, aunque el del odio, que es notorio en bastantes de ellos, es execrable.

Es de justicia llamarlos así por lo indigno de sus medios: la ingeniería socio-ideológica, ejercida sobre la población desde la infancia misma, su cinismo extremo, su deslealtad al Estado de Derecho, su egoísmo, las vilezas cometidas sobre tantas personas desde hace muchos años. A los valientes que no se han plegado al nacionalismo catalán, hoy día bastante unido en pos de la independencia, más aún a los que han alzado su voz dentro de Cataluña los han sometido a marginación y aislamiento, han sufrido represalias y pérdidas o daños de muy diversa índole. Ha habido agresiones, escraches, insultos, hasta acciones terroristas en los años setenta y ochenta (la banda terrorista Terra Lliure).

Alguno de los nueve miembros de los Comités de Defensa de la Repúbica (CDR) detenidos en septiembre por la Guardia Civil han declarado que siempre se dio por hecho, a través de la cadena de contactos que se empleaba, que el asalto al Parlamento catalán que tenían preparado llevar a cabo contaba con el respaldo del propio Presidente de la Generalitat, Quim Torra. Los imputados por terrorismo se reunieron con la hermana del ex Presidente, el huido Carles Puigdemont, hombre de una valentía heroica. Según el auto de prisión provisional de la Audiencia Nacional, los enviados a prisión provisional fueron enlace entre el actual presidente y su antecesor. Tampoco esos hechos han dado lugar a medida alguna por parte del Gobierno de España, en funciones.

Los independentistas catalanes, destacadamente los más radicales, están poniendo en riesgo nuestro bienestar y hasta la supervivencia de España como estado-nación. Han causado un claro deterioro en nuestra convivencia, no sólo en Cataluña. Los asuntos de gestión de la cosa pública y el acometer reformas de calado van quedando postergados, desplazados a un segundo plano, se quedan en “pendientes” al situarse el problema catalán, merced a sus muchas formas de presión y la debilidad parlamentaria de los últimos gobiernos, los largos períodos en que se gobierna en funciones, la brevedad de las legislaturas y que la realidad política esté siempre marcada por la cercanía de las siguientes elecciones o con estas sobrevolando.

Perdemos claramente estabilidad, se abandona el centro del arco político, se desiste de antemano del consenso entre grandes bloques y se recrudece la oposición entre la izquierda y la derecha. Se busca una exigua mayoría mediante la que imponerse a una muy amplia minoría.

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Fotografía: OKdiario.

En esta línea, se encuentran en avanzado estado de gestación coaliciones de gobierno e investidura (por ese orden) que no parece vayan a reforzar, precisamente, el consenso, la moderación política, ni siquiera nuestra condición de democracia liberal. Presiones y reformas que no cabe, para nada, descartar que se quiera extenderse al refrendo o rechazo de la monarquía como forma de Jefatura de Estado. Y se abre la puerta del Consejo de ministros a un partido que no acepta plenamente la economía de mercado, que ha llegado a lanzar campañas contra algunos empresarios, y que alberga la intención de acabar con la enseñanza concertada, o de poner en riesgo su vialidad. Podemos, en suma, tiene enfilado, entre otros, al catolicismo y, en especial, a la Iglesia española.


Dado que el odio siembra odio, nadie puede extrañarse de que en la escalada de desafección entre una parte apreciable de Cataluña y el resto de España, esté ya gestándose en esta última un sentimiento de rechazo y, cuando se producen los hechos más graves, hasta odio a “lo catalán” ¾con la consiguiente injusticia de que no se hagan distinciones entre catalanes, cuando los que siquiera son nacionalistas son precisamente las mayores víctimas de todo este proceso. El creciente radicalismo del movimiento independentista genera su inverso. Son tóxicos y se han infiltrado, además de ganar poder, por errores manifiestos de nuestro diseño constitucional y del sistema electoral.

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Fotografía: La Opinión de Murcia
No solo es que la ERC de Rufián y de Torra lleven tiempo alentando comportamientos ilegales que bordean el secuestro y el terrorismo, a la vez que son los llamados, en primer lugar, a mantener el orden público, o que JxCat haya abandonado el llamado “gradualismo” de épocas anteriores, es que un partido antisistema, como la CUP, tiene tres escaños en el Congreso de los Diputados. En estos últimos días hemos visto cómo ha bajado mucho la intensidad de las distintas acciones violentas e intimidatorias del brazo vandálico del independentismo al objeto de dar una tregua al Gobierno en funciones y facilitar que aquel forme gobierno, negocie y pacte con el independentismo. Esa intensidad, es evidente, se ajusta como un guante a la estrategia y conveniencia política de ERC.

La dejación manifiesta de sus funciones de policía por parte del Gobierno en funciones de Pedro Sánchez, así como el que no haya habido una exigencia conminatoria a la Generalitat para que restaure el orden público, merecen figurar en lugar destacado de la reciente historia de España, en la sección “motivos para la vergüenza”. Ojalá que algún día reciban el castigo, del tipo que sea, judicial o electoral, que ello merece. 

Ante lo que está por venir, es evidente que este incumplimiento de sus más elementales deberes por parte del Gobierno de España, cómplice por inacción deliberada, de los graves desórdenes habidos pronto quedará reducida a una minucia. Dada la cortedad de la memoria política y la aceleración de las negociaciones con el independentismo, con vistas a la formación urgente de gobierno entre PSOE y Podemos, la dejación de funciones en materia de orden público sólo adquirirá importancia si se produce un recrudecimiento sostenido, o particularmente grave o llamativo, de "la kale borroka a la catalana". Pero por soñar despiertos con alguna forma de justicia que no quede.

Ojo, pues, con esta patología, con esta peste del independentismo catalán, no le vayamos a abrir nuestras puertas. Sed bien conscientes de su fácil contagio, del altísimo potencial destructivo que lleva de la mano y combatidla como podáis.