sábado, 21 de noviembre de 2015

"Los Enamoramientos", una (mala) novela de Javier Marías

Crítica de la novela "Los Enamoramientos", de Javier Marías (Alfaguara, 2011). Elegida mejor novela del año 2011 por Babealia (suplemento de artes y cultura del diario El País). Galardonada con el Premio Nacional de Narrativa del Año 2012. Finalista del National Book Critics Award de 2013 (el premio de la crítica de los EE.UU. de América) y ganadora del Premio Internacional Giuseppe Tomasi di Lampedusa 2014. Una opinión discrepante e incluso muy a contracorriente, por lo que se ve.


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Portada de la primera edición de bolsillo, Random House Mondadori (febrero 2013)
Fotografía: Elliot Erwitt/Magnum Photos


Evocación, tridimensionalidad de los personajes, situaciones creíbles, imaginación, algún grado de disimulo u ocultación del autor, belleza y eficacia del estilo, precisión  léxica, ritmo interno de la narración y ritmo de las frases, emoción, entretenimiento, humor, intuiciones y reflexiones brillantes o iluminadoras, profundidad, intriga, humor, aprendizaje, descubrimiento de mundos o realidades desconocidos o nuevas perspectivas de los ya conocidos, una verbalización de ideas y sentimientos en la que nos reconozcamos o reconozcamos a otros… Estos son algunos de los elementos que, en proporción variable y según el gusto de cada cual, muchos lectores valoran en las novelas. Por fortuna, a poco que se elija alguna que goce de un cierto “aval” –el del filtro del tiempo suele ser el más fiable, por mucho que el descubrimiento de lo menos divulgado conlleve un placer añadido- es muy probable que la novela en cuestión descuelle en varias de las facetas anteriores o en algunas otras por las que el lector en cuestión sienta una inclinación natural.

Sin embargo, en “Los Enamoramientos” de Javier Marías apenas he encontrado algo de lo anterior. Su trama es una débil estructura al servicio de una ristra de reflexiones reiterativas y bastante simples, a las que da la impresión de que el autor, omnipresente en esta novela, pretende dotar de cierta enjundia a fuerza de darles vueltas. Uno, ya sea por gusto por la literatura o por no sentirse estafado y perdiendo el tiempo, se esfuerza en buscarles profundidad, nuevos matices, pero acaba confirmando la sospecha inicial de que tan elementales y evidentes ideas tienen una naturaleza próxima a la perogrullada. 

Pero quizá peor que lo anterior, que tendría un pase si no fuera por la pesadez que conlleva la reiteración, el estiramiento de unas pocas ideas sin que nada de valor se añada, sea que el conjunto de la historia narrada parecía llegarme en todo momento de forma borrosa, como velada por la impostación o la artificiosidad. Eso anula la suspensión de la incredulidad y hace imposible sumergirse a conciencia en una obra de ficción. 

Los personajes no han logrado adquirir la calidad de personas enteras, genuinas y verosímiles. En alguna fase sí quizás la narradora-personaje, María Dolz, empleada multifunción y todoterreno de una editorial. Pero con una frecuencia difícil de sobrellevar, más aún por lo transparente del mecanismo, su voz se apagaba y era suplantada en su integridad por la del autor, Javier Marías. El resto de personajes tienen un marcado aire de caricaturas y cuyo pensamiento y habla resultan literarios, en el peor de los sentidos de este adjetivo. Hay fragmentos extensos en que los personajes hablan como quien da una conferencia o lee un informe médico. Impostura y afectación sobre una atmósfera de una frialdad extrema. Sí, hay algún que otro enamoramiento, pero si no fuera por el título y por alguna que otra afirmación expresa de los supuestos sentimientos de los personajes, ni nos enteraríamos de que albergan ese sentimiento.

Los hechos y situaciones referidos al mundo editorial, de pretendida intención cómica, resultan igualmente artificiales y sin gracia, entre lo infantil y la patochada. Imaginen al más soso de sus amigos o conocidos tratando, por un día, de ser el gracioso del grupo. De algo así les hablo. Por ejemplo, el escritor Garay Fontina, un personaje secundario, se siente como una mera excusa para añadirle un par de dedos de humor al cóctel novelístico, y es un caso de difícil superación en cuanto a deficiente creación de un personaje. Unívoco en su estupidez. Un imbécil monolítico. Llamativo por cuanto Marías, se supone, ha de conocer bien ese mundo, a diferencia de otros en los que se adentra tangencialmente en esta novela y en los que se le siente fuera de lugar, tocando muy de oídas, sin capacidad de convencernos sobre lo que nos cuenta (por ejemplo, sicarios del Este de Europa, chantajes o ajustes de cuentas entre empresarios y "gorrilas" semi-indigentes y perturbados mentales). 

Más estrambótica es aún la aparición del profesor Francisco Rico. Un auténtico pegote, trasunto literario del cameo cinematográfico, y con cuya supresión saldría ganando esta novela, aunque son tantos los elementos que la lastran, que en el fondo vendría a dar más o menos lo mismo. La mayor parte de los diálogos también debilita la novela por su escasa verosimilitud.

“Los enamoramientos” es una obra plana, bastante tediosa, y sin profundidad intelectual, a pesar de sus notorias pretensiones de revelación o esclarecimiento de una cierta "filosofía de la vida" o sabiduría existencial. Sin perjuicio de algún breve fragmento de mayor inspiración y más logrado ritmo narrativo, acción y personajes suelen parecer más bien una simple excusa para que el autor nos haga llegar sus reflexiones sobre diversas vicisitudes vitales, entre otrasel sentimiento amoroso y sus aledaños, la asimetría de muchas relaciones de pareja, la superposición de los nuevos amores sobre los anteriores; la presencia de los muertos en nuestras vidas, el proceso del duelo, y su  borrado o desaparición paulatinos; el carácter reemplazable y azaroso de aquello y aquellos que estimamos insustituibles y producto de una causalidad sólida, basada ilusoriamente en la concurrencia de cualidades especiales, cuando lo determinante viene a ser más bien el estar o no en el sitio y momento adecuados; el mayor poder de la fuerza del deseo y la constancia activa sobre cualquier otro factor para el logro de casi cualesquiera objetivos, incluidos los amorosos.

Nada que objetar a esa empresa. Antes al contrario, celebro a los novelistas que dotan de profundidad a sus ficciones, que no se conforman con procurar un puro entretenimiento, y que no escriben con un propósito deliberado de resultar ligeros. En la literatura lo intimista y cerebral puede ser tan atractivo o más que lo que se manifiesta externamente y genera acciones. Todo depende de cómo se haga. La trama, la historia no puede ser un guiñol en el que los personajes, pintados de forma bastante burda, resulten un vehículo para que el novelista nos dispense una ración, pantagruélica o XL además en este caso, de algo así como una cierta filosofía existencial. Menos aún si esa pretendida sabiduría de la vida - que se nos presenta como la suma de la experiencia vital directa, de tener algunas luces y la valentía de no jugar a engañarse con ridículas idealizaciones- es en su mayor parte bastante elemental y se articula mediante unas pocas ideas que se repiten y estiran para desesperación del lector.


Imagen: archivo.eluniversal.mx

Más irritante resulta cuando el autor se recrea en descubrirnos el error generalizado frente al que él, bajo el transparente vestido de la narradora-personaje, se alinea con cansina frecuencia en el bando escaso de los que ven más allá, de los "happy few" que poseen un cierto pesimismo, frío y clarividente, cabría llamarse, frente a la ceguera de los optimistas, los apasionados y los biempensantes, pero sin ir por supuesto tan lejos como para integrarse en el "lunatic fringe" (el fleco demencial, como por cierto tradujo su padre, Julián Marías, un hombre verdaderamente admirable por muchos motivos). No es que Javier Marías piense de un modo muy singular, radical o alejado de ideas extendidas, lo cual podría ser incluso una virtud novelística, sino que da por sentado que conoce, sin fisuras ni margen de error, cómo piensan la inmensa mayoría de sus más o menos "torpes" coetáneos. Si el rasgo encajase con la forma de ser del personaje-narrador, tal actitud sería plenamente admisible; pero es que María Dolz suena aún menos auténtica, menos todavía ella misma, justamente en esos pasajes de la novela. Marías mete incluso en esta narración, con calzador por mucho que la narradora pertenezca al mundo editorial, algunas referencias al monólogo de Hamlet – con cierta manía o deformación profesional de traductor, a "Los Tres Mosqueteros" de Alejandro Dumas, y una novela de Balzac, titulada "El Coronel Chabert".

En "Los Enamoramientos" hay una larga ristra de disquisiciones y elucubraciones, equidistante del monólogo interior, el relato oral para terceros y la narración escrita, introspecciones reales en el caso de la narradora e hipotéticas, a través de aquella, en el caso de otros personajes, aunque engarzadas en el transcurrir de los hechos con escaso éxito. Es un recurso narrativo que desespera por la desproporción entre la extensión y la sustancia, y que el estilo no consigue compensar. Marías trata de salvar la omnisciencia del narrador-personaje, María Dolz, mediante la interpolación de algún que otro elemento conjetural, pero también esas dudas parecen introducidas de cara a la galería, sin naturalidad, demasiado a conciencia. Además, los tiempos narrativos no se han tratado con acierto y ello se solventa en forma de algún que otro parche "ad hoc". Todo, pues, se diría al servicio de los mensajes del escritor a su público lector. Y, además, muchas aclaraciones superfluas, lindantes con el pleonasmos y ajenos a la narración en sí, con los que Marías parece querer paliar el limitado entendimiento de los lectores.

En cuanto al estilo, lo cierto es que no le he encontrado mérito o atractivo alguno. Es más, la sintaxis es bastante dudosa en varias decenas de frases a lo largo de las poco más de 350 páginas de la edición de bolsillo -la primera de Random House Mondadori, del año 2013, con bastantes páginas mal impresas, dicho sea de paso. El léxico es poco preciso y, en no pocos momentos, Marías parece hablar incluso un idiolecto. También la puntuación se permite licencias cuya eficacia no  se alcanza a ver, más allá de la de crearse así una cierta seña de identidad, como el que se pone reiteradamente un fular de colores llamativos en cualquier estación del año. 

Observando el doloroso parto mediante el que parecen alumbradas muchas frases de esta novela, no deja de impresionarme haberle oído a Javier Marías, en una conferencia en la Fundación Juan March en que le preguntaron sobre otros escritores de su generación, que se consideraba capaz de escribir novelas como las de Antonio Muñoz Molina. Pocas personas con un mínimo de sensibilidad literaria dudarían en destacar precisamente el sentido natural del idioma como una de las mayores virtudes del autor de "La Noche de los Tiempos" o "el Jinete Polaco", entre otras. A la vista de las formas y sonidos que uno y otro producen se diría que ambos no tocan el mismo instrumento, ni esculpen con la misma materia.


En resumen, lo que más he celebrado de esta novela es su moderado "metraje", ya que de haber sido más larga creo me hubiera rendido allá por las cien o ciento cincuenta páginas, cuando iba alcanzando la certeza de que este libro no había sido una buena elección. Llevaba más de un década sin leer ninguna novela de Javier Marías y, tanto por los años transcurridos en el oficio como por la buena acogida que tuvo “Los Enamoramientos”, me esperaba una obra de muy superior calidad. En su lectura, por lo floja que resulta desde un punto de vista de la pura destreza en la técnica de novelar, por repetitiva y tediosa, me ha asaltado muchas veces la idea de que si un autor primerizo enviara una novela así como manuscrito a diversas editoriales es probable que su publicación fuera rechazada o que recibiera una gran cantidad de recomendaciones de cambios, si de veras aspiraba a su publicación. 

En estado de estupefacción sigo pensando sobre esta frase que ahora releo en la contraportada “De Marías se aprende tanto porque nadie conoce al ser humano como él” (Ijoma Mangold, Die Zeit), por mucho que en las fajas promocionales, las contraportadas y las solapas tengan asiento habitual las hipérboles laudatorias. Coincido con la extrañeza de Isaac Rosa por el éxito de crítica y público de "Los Enamoramientos", y no dejo de suscribir algunas de las críticas que en el blog "la fiera literaria" se le han hecho a esta novela, sin perjuicio de que ese “colectivo” parece tener declarada una cruzada, ya duradera, contra el reconocimiento del que goza Javier Marías. 

Por más que los gustos literarios sean algo muy personal y el valor literario no sea fácil de objetivar, el vivo elogio de varios conocidos críticos a esta novela, más allá de posibles servidumbres y de parcialidad por diversos motivos, me causa perplejidad. Si he resumir la lectura de  ”Los Enamoramientos” lo que me viene a la cabeza es, ante todo, la idea de un tiempo que habría podido emplear fácilmente en mejores lecturas. Pero, bueno, cosas mucho peores se han visto, sobre todo en la televisión. 

jueves, 5 de noviembre de 2015

Karim Benzema, "Campeón de la Amistad"


"Quien tiene un amigo tiene un tesoro" (refrán popular)
Benzema, según ha informado AFP, ha reconocido a la policía su implicación en el chantaje sexual a Mathieu Valbuena, en el que el jugador del Olympique de Lyon —compañero del madridista en la selección de Francia— aparecería manteniendo relaciones sexuales con una mujer y por el que le habrían reclamado 150.000 euros para evitar su difusión.”
Benzema ha declarado que “se puso de acuerdo” con ese amigo de la infancia “sobre lo que debía decir”, para que Valbuena “negociase exclusivamente con él”, ha señalado esta fuente que indicó que el atacante quería hacer un favor a su amigo de la infancia sin pensar que iba a perjudicar al centrocampista del Lyon” (1)

Benzema, al que de pronto se le ha caído en todas partes el nombre, Karim, familiaridad excesiva con quien conviene empezar a marcar distancias, tiene un singular sentido de la amistad. La amistad es para él algo tan incondicional que pasa por encima de la ley y de la ética más elemental. En tan alta estima tiene Karim la amistad que si sus actos benefician a un amigo no es capaz de ver sus consecuencias inmediatas y previsibles para cualquier otro. Esto último siempre que tomemos por verdadero lo que más bien parece una excusa pueril, algo así como: "bueno, nunca  me imaginé que se lo fuese a tomar así de mal".  
Es la suya una forma de amistad tan intensa que lo ciega ante el riesgo o le hace desdeñarlo, impidiéndole todo cálculo de la proporción entre coste y beneficio, aceptando como verdadero que no hubiera acuerdo de participación en el reparto. Me refiero a algo más allá del "tío, cuando cobres la pasta, te invitas a una cena, ¿eh?". Eso no lo perdona nadie y una cena así es además una ocasión perfecta para celebrar la amistad. Una amistad que sería desmesurado calificar de admirable, por el daño causado a un tercero; pero que no deja de conmover. Benzema no duda en arriesgarlo todo (carrera, prestigio y hasta la libertad) por el bien de un amigo. Los 150 mil euros que se iba a levantar su amigo de la niñez en un principio lo eran. 

En el rito de los sacrificios en el altar de la amistad, el primer turno le ha correspondido naturalmente a la víctima del chantaje, Mathieu Valbuena, que ha visto su intimidad expuesta en los medios de comunicación y, por lo pronto, se ha quedado fuera de la convocatoria de la selección francesa para los dos próximos amistosos (contra Alemania e Ingalterra). La caudalosa amistad de Karim Benzema revienta los diques del respeto a la privacidad y al bolsillo del compañero de selección. Sin ir demasiado lejos en la cadena, puede arrasar también con la estabilidad de su pareja y su familia, que suponemos tiene, entre otros motivos porque parece un factor coadyuvante para este tipo de chantaje. La lealtad entre compañeros más o menos circunstanciales de vestuario sucumbe a la fuerza insuperable de unos lazos de amistad tan anteriores y entrañables como son los de la infancia. A Karim Benzema se le queda corta la perogrullada definitoria "amigo de sus amigos". Su caso requeriría, de confirmase los hechos y al parecer ya los ha admitido ante la justicia, un mayor énfasis: "muy, pero que muy amigo de sus amigos". 

Una amistad, la de Benzema con el supuesto extorsionador, que pese a ser tan grande no habría inspirado el acto generoso de rascarse el bolsillo, que se le presume bastante lleno. Igual habría bastado con una suma menor para ayudar a su amigo a salir del apuro. No obstante, en el que pague otro si hay una lógica secular y muy extendida. En ese particular no habría que sorprenderse por la conducta del fino delantero. Y tampoco en que la ambición se hubiese descontrolado. Ya que nos ponemos, pues le pedimos 150 mil euros. Quizás por una cantidad más moderada Mathieu Valbuena no habría pasado por este mal trago. Es una hipótesis. Como también que sea un hombre de principios, de fuerte carácter, o que le duela mucho aflojar. Todo son conjeturas. Lo siento. Por ahora no se sabe más. 

Tampoco se sabe si pueden mediar otras circunstancias que doten de mayor lógica al suceso o, al menos, que lo expliquen de forma que el comportamiento del delantero francés se ajuste un poco más a la conducta del hombre medio. Pudiera ser que cuanto se ha publicado sean mentiras puestas en circulación por los supuestos autores del delito para ocultar algo distinto y de mayor gravedad, que haya de antes una gran animadversión hacia Valbuena, o hasta un sentido exagerado y muy personal de la broma. También, podría ser, un caso de amor, de amor al dinero, si Benzema pretendía en realidad cobrarle royalties a su amigo, complementando sus ingresos como futbolista con este extra. 
Pero igual la cuestión es tan simple como que este chico no va bien de cabeza fuera del área. En la más eximente de las hipótesis estaríamos ante una ética muy personal, presidida por la amistad como valor absoluto, con su toque de obediencia ciega a los amigos. Algo así como un "pagafantas" dispuesto a quitarle el bocata en el recreo a otro alumno si se lo pide el jefe de la pandilla, aun cuando él no vaya a probar bocado, pero sí recibiría el castigo si el hecho llega a oídos de algún profesor.
Esta presunta deriva delictiva de Benzema choca por que en el campo no se le recuerda ninguna mala conducta. Más bien destacaría por su deportividad, sometido al test de bancada de la media de la profesión. Todo ello dentro del marco de una personalidad que, al menos en la faceta pública, presenta un grado notable de pasividad. Igual tanta que es cierto que sólo hizo de correveidile: “oye, que me han dicho que tienen un vídeo tuyo y que hables con ellos”, sin comerse la cabeza. Dicho y hecho. Al primer toque.
Karim, ahora sólo Benzema, no parecía mal chico y además se puede dar por hecho, con escasísimo margen de error, que está forrado. Por ello, el suceso tiene todas la trazas de noticia de diario fantasioso que no ha dado con la tecla del humor, o bien las de una inocentada periodística de en un 28 de diciembre que se ha ido de madre. Es de esas noticias que obliga a volver más arriba en la búsqueda de algún dato que se nos tiene que haber pasado por alto y de paso ganar tiempo para vencer la incredulidad que provoca. 
No sólo la política se confunde con la sección de tribunales. Últimamente, aunque sobre todo había afectado al Barça, las noticias del mundo del fútbol no paran de ofrecernos imágenes de entradas y salidas de los juzgados. También merecería una mención de honor la FIFA. Y la UEFA...
(1) Diario El País, edición digital del 5 de noviembre de 2015.