domingo, 19 de junio de 2011

Percival Peter Manglano, nuevo Consejero de Economía de la Comunidad de Madrid

Este artículo trata principalmente del nombramiento de Percival Peter Manglano como Consejero de Economía de la Comunidad de Madrid, un político que -¡oh, milagro!- sabe idiomas, no estudió Derecho y no hizo ninguna oposición estatal. Además, hay algunas ideas a propósito de la singularidad y sonoridad de su nombre. 

Carlos García, único concejal del PP en el Ayuntamiento de Elorrio, a la salida del primer pleno
(Para saber más de cómo actúan los amigos de los etarras)
Toman posesión estos días los nuevos gobiernos autonómicos y municipales. En algunos municipios del País Vasco asistimos a escenas que nos retrotraen a tiempos más oscuros, como por ejemplo en San Sebastián donde al Alcalde títere de Bildu, Izaguirre, le han colocado como “asesor” —un alcalde en la sombra/comisario político— a Josetxo Ibazeta, último portavoz de Batasuna  en el Ayuntamiento. Asimismo, varios ayuntamientos gobernados por Bildu han suprimido medidas de seguridad para los concejales y en Andoain la Alcaldesa ha prohibido la entrada de los escoltas a los edificios municipales.

En fin, nada que no resultara totalmente previsible cuando el TC dictó sentencia que permitió a Bildu presentarse a las elecciones municipales y al Gobierno obtener el vital apoyo del PNV para sacar adelante sus iniciativas en el Parlamento, previa aceptación adicional de unas cuantas transferencias de competencias. Ya traté este tema en un artículo anterior en este blog y hoy no quiero ponerme demasiado serio, pero ver a los cómplices de los asesinos, cuyas conductas son puramente mafiosas, de vuelta a las instituciones resulta nauseabundo.


Sobre lo que me disponía a escribir hoy es sobre Percival Manglano, el nuevo Consejero de Economía y Hacienda de la Comunidad de Madrid. Lo de Manglano probablemente os suene por el teniente general Emilio Alonso Manglano, uno de los mandamases del CESID, junto con Juan Alberto Perote, cuando aquel vergonzoso episodio de las escuchas telefónicas a diversas personalidades de la vida española, incluido el rey. Por aquel entonces, el siniestro pianista Narcís Serra era Vicepresidente del Gobierno y, por supuesto, Felipe González, el Presidente. No sólo Franco sale bien parado en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia, pues la entrada correspondiente a Felipe González, nada dice, por ejemplo, de los GAL. Pero volviendo a Percival Manglano, tranquilícense, este joven político, nacido en Londres en 1972, no tiene nada que ver con el otro Manglano.

Percival Manglano parece, a priori, un político atípico. Llama la atención ya por su nombre cuyo exotismo no se queda ahí, porque su segundo nombre es Peter (Percival Peter Manglano Albacar). Lo de Percival, que es el nombre de uno de los caballeros del rey Arturo, los de la famosa mesa redonda, supongo debió ser causa de no pocas burlas en el colegio y parece que tiene origen en la afición de sus padres a las historias sobre el Santo Grial. Y Peter, que redondea la singularidad del nombre, digo yo que sería un guiño a su nacimiento en Londres. Por cierto, sus dos primeras iniciales son PP…

Decía que PP Manglano Albacar es un político atípico por su formación. Toda su formación universitaria y de post-grado la ha adquirido en el extranjero. Concretamente, es licenciado en Historia por la Universidad de París I Panteón-Sorbona, en Estudios Europeos por el Instituto de Estudios Políticos de París y tiene, además, un Máster en Economía Internacional y Estudios del Sudeste Asiático por la Universidad John Hopkins (Maryland, Estado Unidos). Habla perfectamente inglés y francés. Vamos, que su formación está ligeramente por encima de lo que es habitual en los políticos patrios… Además, no tenía vocación de funcionario y no se ha presentado a ninguna oposición.

Lo que Manglano no tiene, y le hubiera hecho aún más atípico, es experiencia en el sector privado, singularmente en la empresa. Anteriormente fue el director general de Cooperación al Desarrollo de la Comunidad de Madrid (2006-2011), jefe de gabinete de la Consejería de Inmigración (2005-2006), asesor de asuntos exteriores y cooperación al desarrollo del grupo parlamentario popular en el Congreso de los Diputados (2004-2005) y coordinador de estudios en la Fundación FAES (2003-2004).

Otra peculiaridad del caballero Percival es que tiene ascendencia nobiliaria. Su padre es el XXI Barón de Terrateig. Esto es algo que quizá para el sector más rancio y tradicionalista de la derecha le añada valor y para la izquierda más tosca y recalcitrante sea motivo de animadversión y burla; pero creo que para la mayoría, para los que no comparten en absoluto esos desfasados clichés mentales, es irrelevante, simplemente una nota pintoresca. Otra nota singular es que Percival Manglano toca la batería en diversas bandas de jazz y, como podéis apreciar en este vídeo de Youtube, parece que no lo hace nada mal (se trata de una versión jazzística del famoso “Every Breath You Take” de Police). Eso sí, no se ve nada, la sombra lo domina todo.

Bueno, veremos qué tal lo hace Percival Manglano en una circunstancia económica  tan desfavorable como la actual; si sus estudios, su trilingüismo, su experiencia política anterior y, sobre todo, sus condiciones personales le permiten hacer un buen papel en el puesto de tan alta responsabilidad para el que lo ha elegido Esperanza Aguirre.

Por cierto, Percival Manglano tiene 39 años. Ya no sólo muchos universitarios y futbolistas me parecen prácticamente unos niñatos, sino que hasta todo un Consejero de Economía de la Comunidad de Madrid es más joven que yo. No sólo no soy nadie, sino que empiezo a asumir que nunca lo seré. Lo siento, mamá, tú que me veías siempre tan listo y con las grandes esperanzas que tenías depositadas en mi…

P.D. Si Percival Manglano se hubiera llamado Andrés o Juan o Manuel, probablemente, me hubiera fijado poco en él al leer la prensa. Moraleja (sobre todo para padres en trance de elegir nombre para su vástago): un nombre así puede ser una putada en el colegio; obligarte a repetirlo cada vez que alguien te lo pregunte, especialmente por teléfono; tienes que acostumbrarte a que lo pronuncien o escriban mal y aguantar siempre algún comentario allá donde te pregunten cómo te llamas, pero en aquellas carreras profesionales, como en la política (y en tantas otras), en las que la notoriedad es importante, un nombre así puede ser una ventaja.

viernes, 17 de junio de 2011

"Como quien oye llover": significado y origen de la expresión (Etimologías I).

En este artículo indago sobre el significado de la expresión o locución "como quien oye llover" o "como el que oye llover". Intento explicar también su posible lógica y formulo alguna hipótesis sobre su origen. También menciono y explico brevemente su equivalente en inglés "like water off a duck's back". 



Hoy voy a etimologizar un poco. El verbo no es un neologismo que me haya sacado de la manga, sino que cuenta con el beneplácito de la Real Academia Española, cuyo diccionario (DRAE) lo define como “sacar o averiguar etimologías, discurrir o trabajar en esta materia”. Es decir, una definición de esas que remiten a otra, a etimología, en este caso. Asumo que todos mis lectores conocen esa palabra, pero a veces busco (y a buen seguro que no soy, ni mucho menos, el único que lo hace) la definición de una palabra cuyo significado conozco, mejor o peor, ya sea para contrastar mi idea al respecto, ya para precisarla (y en alguna ocasión, para rectificarla y descubrir ignorancia donde creía que había conocimiento).

La primera acepción de etimología en el DRAE es “origen de las palabras, razón de su existencia, de su significación y de su forma”. Etimología proviene del latín etymologia (origen de una palabra), este del griego etymología (sentido verdadero de una palabra) y este de étymos (verdadero, real) y lógos (palabra). Habría quedado más erudito escrito en el alfabeto griego, pero ni sé griego, ni tengo ganas de buscar en Word dicho alfabeto…

Visto todo eso, me ratifico, con el respaldo de la autoridad en la materia, en que hoy voy a etimologizar un poco. Espero que sea la primera, y no también la última,  entrada de esta temática. Lo haré modestamente, desde el más puro diletantismo, ya que no soy filólogo. Puedo ser, a lo sumo, hablante y escribidor medianamente decoroso del castellano o español (dejando a un lado la falsa modestia y espero que sin juzgarme a mi mismo de manera excesivamente complaciente o benévola) y, ante todo, persona con curiosidad por casi todo lo relativo a nuestra lengua y algunas otras.

El objeto de mi interés es la expresión “como quien oye llover” que, en otra versión también extendida, se formula “como el que oye llover”.

Por pura experiencia del uso del idioma cualquier hablante nativo, e incluso foráneo con cierto grado de conocimiento de nuestra lengua, sabe que esa expresión quiere decir no hacer aprecio, no darle importancia a algo, no mostrar interés, pasar de algo, dicho en una expresión más moderna.

El DRAE recoge la formulación “como quien oye llover”, que define como “expresión figurada y familiar con que se denota el poco aprecio que se hace de lo que es escucha o sucede”. De esa definición, a mi modesto entender, cabría quizás criticar el empleo del verbo escuchar porque escuchar ya supone, aunque sea mínimo, un interés, la acción deliberada de emplear el sentido del oído para recibir un mensaje. Quizás sería más acertado decir “lo que se oye” o, al menos, “lo que se oye y escucha” para distinguir ambos fenómenos. Sí, ya sé que suele evitarse que la definición se valga de la propia palabra definida, pero tratándose de una locución o expresión pienso que tampoco se debe ser tan rígido.

Sin embargo, en defensa de la académica definición, cabe argumentar que resulta lógico que el proceso de no hacer aprecio se inicie con la acción de escuchar y culmine, acto seguido, con la reacción consciente y deliberada de no hacer aprecio, pero también cabe un desprecio aún más radical y deliberado, adoptado  a priori, consistente en ni siquiera escuchar, sino simplemente el inevitable oír. En cualquier caso, la lógica es un elemento más en la génesis y uso del lenguaje, a menudo muy secundario.

El Diccionario de Uso del Español Actual (Editorial SM), al que con creciente frecuencia recurro en mis dudas o curiosidades sobre las palabras —sus definiciones se centran en la lengua contemporánea y son más sintéticas que las del DRAE—, define con simplicidad y acierto la expresión como “sin prestar atención o sin hacer caso”.

Pero todo eso es el significado, no aclara cómo se ha llegado a esa expresión. El sonido de la lluvia —lírico y melancólico, en bastantes ocasiones (véase la Nota 2 al pie)— puede ser considerado como algo irrelevante, al menos para el que se encuentra guarecido o protegido de aquella, para el que no se moja, vamos. No se me ocurre mejor explicación. La expresión cobra mayor sentido en aquellas regiones donde la lluvia es frecuente porque allá donde el que llueva resulta todo un acontecimiento, por lo general gozoso (siempre que no se rebasen ciertos límites pluviométricos), la expresión puede contravenir toda lógica.

Existe un refrán, aunque de uso no demasiado extendido, “aquí los oigo como el que oye llover y no se moja”, cuyo relativamente ambiguo significado viene a ser parecido al de la expresión que analizo, si acaso más con un matiz de no sentirse afectado por lo que se dice y no tanto de no prestar atención a ello. Asimismo, el refrán parece más enfocado a lo que otros dicen que a hechos que suceden, mientras que la expresión “como el que oye llover” abarca ambas realidades. Una expresión común de análogo significado al del refrán es “hacer oídos sordos”, normalmente referida al rechazo de una crítica, comentario o petición.


Puede ser que la expresión “como quien oye llover” provenga del refrán y sea una versión abreviada del mismo que con el tiempo haya adquirido sus propios matices; pero, sinceramente, se trata de una mera hipótesis mía. ¿Qué fue antes, el refrán o la expresión? Dejo la pregunta abierta, la duda planteada, por si alguien que esto leyere lo supiere y tuviere a bien dejar un comentario clarificador. Pero puede ser que esa persona tome mi petición como el que oye llover...

Un ejemplo del uso de la expresión de referencia, basado en hechos recientes, podría ser: los comerciantes de la Puerta del Sol piden a Rubalcaba que disuelva la acampada del Movimiento 15-M y éste como el que oye llover.

Una curiosidad: la expresión inglesa equivalente a “como quien oye llover” es “like water off a duck’s back” (literalmente como agua que cae de la espalda de un pato) y tiene una explicación lógica, ya que el plumaje del pato repele bastante el agua y la acción conjunta de la forma (hidrodinámica) del pato y la gravedad hacen que el agua acabe concentrándose y cayendo por el final de su espalda. En definitiva, el inglés parece haber seguido la misma idea que cuando en español decimos que algo “nos resbala”, esto es, que no nos cala, no penetra en nosotros; en definitiva, no nos afecta, no nos importa o no le hacemos aprecio.

En fin, soy consciente de haber etimologizado sólo limitadamente; en concreto, de haber abundado bastante más en lo relativo al significado de las palabras y menos en el de su origen o procedencia, terreno en el que sólo apunto la hipótesis de que la expresión analizada derive de un refrán. De antemano quedo agradecido a quien quiera y pueda arrojar mayor luz. Nada he encontrado sobre el origen de la expresión en el “Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana “ de Joan Corominas, ni en las diversas webs y blogs a los que me ha conducido Google.


Nota 1.- Existe un poema del ilustre poeta y ensayista mexicano Octavio Paz que se titula “como quien oye llover”, al que adjunto este link (vínculo, en castellano, pero nuestra lengua ha sido colonizada en lo relativo a la red).

También José Bergamín compuso este poema de igual título. Este poeta, nacido en Madrid en 1897, exiliado dos veces durante el franquismo, republicano furibundo, acabó sus días escribiendo en Egin, apoyando a Herri Batasuna y pidió ser enterrado en el País Vasco (Fuenterrabía/Hondarribia, ¿o en vez de barra debería ser versus?) para no dar sus huesos a España. 




Nota 2.- A propósito de la lluvia y de la mención que de pasada he hecho al lirismo y melancolía de su sonido, de su repiqueteo, hace ya algún tiempo leí unas bellísimas líneas de Gonzalo Torrente Ballester, en su novela “Filomeno a mi pesar”, sobre la influencia de la lluvia en el estado de ánimo de quienes viven en ciudades en las que se encadenan los días lluviosos, en los que, ni por un momento, despunta el sol. Si encuentro ese breve fragmento, lo colgaré aquí. En todo caso, recomiendo su lectura.

Dicho sea de paso, Torrente Ballester es, a mi juicio, un escritor que no tiene el reconocimiento y estimación, de crítica y, sobre todo de público (que es lo más importante), que merece. Alguna obra suya he leído decepcionante (la selectiva memoria me impide recordar ahora su título), pero “crónica del rey pasmado” y “Filomeno a mi pesar” me parecieron excelentes novelas. Entre las lecturas siempre pendientes tengo su trilogía “los gozos y las sombras”, que dio lugar a una serie de igual nombre y gran éxito televisivo allá por la prehistoria (con el fino y delicado Eusebio Poncela y la entonces "maciza” Charo López, como protagonistas).

Nota 1 de la Nota 2, o Subnota (con la ayuda de Wikipedia): creo que la breve novela de Torrente Ballester que no me gustó mucho se titulaba "los años indecisos".

martes, 14 de junio de 2011

Un poco del humor de Borges, en el 25º aniversario de su muerte

Este artículo, escrito con motivo del 25º aniversario de la muerte del escritor argentino Jorge Luis Borges -quizá haya aún alguien que no lo conozca-, trata de homenajear su sentido del humor.

Borges, que vivió por y para la literatura, que fue el más literario de los seres humanos que yo haya conocido, fue también capaz de reírse de la literatura, actividad a la que consagró su vida, como lector y escritor (orden que a buen seguro hubiera merecido su beneplácito).

Foto de Jorge Luis Borges tomada en 1969 en el Hôtel des Beaux Arts (París), lugar donde murió Oscar Wilde y donde el mismo Borges manifestó su deseo de morir (deseo incumplido, nota del autor de este blog)
(fuente Wikipedia).

Se cumplen justamente hoy 25 años -un cuarto de siglo a caballo entre el XX y el XXI- de la muerte de Jorge Luis Borges. 25 años desde su deceso, diría un leguleyo o un actuario de seguros. De su fallecimiento, diría, transido de respeto, un hablante medianamente culto. 25 años desde que la palmó o espichó, diría "un cheli". Creo que él, que recomendaba escribir con las palabras con las que se habla y abominaba de quienes lo hacían con las palabras fósiles o rebuscadas del diccionario, diría simplemente 25 años desde que murió.

Probablemente no haya autor en lengua castellana, fuera de los más grandes de entre los clásicos, sobre el que exista mayor acuerdo de crítica, escritores y lectores en cuanto a su genialidad literaria. Su imaginación fue extremadamente fértil  y creó un estilo propio, tan inconfundible que delata rápidamente a todos sus imitadores. Logró, en nuestra lengua, una concisión y precisión que le parecían vedadas (participio que probablemente uso influido por sus lecturas), consustancialmente incompatibles con el español, y que estaban muy por encima de las que alcanzaron quienes escribieron la mejor filosofía en castellano. Bastantes de sus poemas, de sus cuentos, de sus ensayos son, para muchos, obras maestras. Su talento le permitía traspasar con éxito los límites entre los diversos géneros.

Por todos esos indiscutidos méritos, Borges corre el riesgo de que al encumbrarlo tanto, al venerarlo, diría  -creo que sin exageración ninguna-, lo fosilicemos y que nos acerquemos a él, tan amante del juego, fino humorista, de espíritu burlón y descreído esencial, con una actitud demasiado seria, que nos impida ver el humor -esa forma de inteligencia- que destilan muchas de sus páginas.

Como ha dicho Mario Vargas Llosa (Diccionario del Amante de América Latina, Celebrando en París el centenario de Borges): "el juego y el humor rondaron siempre sus textos y sus declaraciones y causaron incontables malentendidos. Quien carece de sentido del humor no entiende a Borges. Había sido en su juventud un esteta provocador, y aunque, luego, se retractó de la equivocación ultraísta de sus años mozos, nunca dejó de llevar consigo, escondido, al insolente vanguardista que se divertía soltando impertinencias".

Coincido plenamente con quienes en esta efeméride, tan sacralizadora, apuntan a la conveniencia de reírse con él (p.ej. Ignacio Echevarría en El Cultural de El Mundo). Reírse con Borges

Y, como pequeña muestra de su humor y modesto homenaje de este escriba a su querido y admirado Borges, transcribo a continuación un fragmento de su famosísimo cuento "El Aleph", incluido en el libro de cuentos de igual nombre, publicado en 1949.

“(…)

El treinta de abril de 1941 me permití agregar al alfajor una botella de coñac del país. Carlos Argentino lo probó, lo juzgó interesante y emprendió, al cabo de unas copas, una vindicación del hombre moderno.

—Lo evocó — dijo con una animación algo inexplicable— en su gabinete de estudio, como si dijéramos en la torre albarrana de una ciudad, provisto de teléfonos, de telégrafos, de fonógrafos, de aparatos de radiotelefonía, de cinematógrafos, de linternas mágicas, de glosarios, de horarios, de prontuarios, de boletines…

Observó que para un hombre así facultado el acto de viajar era inútil; nuestro siglo XX había transformado la fábula de Mahoma y de la montaña; las montañas, ahora, convergían sobre el moderno Mahoma.

Tan ineptas me parecieron esas ideas, tan pomposa y tan vasta su exposición, que las relacioné inmediatamente con la literatura; le dije que por qué no las escribía. Previsiblemente respondió que ya lo había hecho: esos conceptos, y otros no menos novedosos, figuraban en el Canto Augural, Canto Prologal o simplemente Canto-Prólogo de un poema en el que trabajaba hacía muchos años, sin réclame, sin bullanga ensordecedora, siempre apoyado en esos dos báculos que se llaman el trabajo y la soledad. Primero, abría las compuertas a la imaginación; luego, hacía uso de la lima. El poema se titulaba La Tierra; tratábase de una descripción del planeta, en la que no faltaban, por cierto, la pintoresca digresión y el gallardo apóstrofe.

(…)”



Nota.- Mi agradecimiento al colaborador que he tenido en la redacción de la entrada de hoy, quien, ante la indocilidad del libro, de pequeño formato, para quedarse abierto y ser transcrito, me ha dictado el texto (incluidos motu proprio la mayor parte de los signos ortográficos, algunos bajo tan curiosa y descriptiva denominación como "un punto y debajo una coma" y hasta la tipografía, "letra inclinada a la derecha").

Se trata de un niño de ochos años que, no ha mucho tiempo, se resistía a creer que Don Quijote y Sancho Panza eran seres de ficción, personajes simplemente imaginados por Cervantes y no personas reales que hubieran vivido en el pasado y  cuyas vidas aquél se hubiera limitado a narrar.

Esa reacción de mi ayudante fue la prueba viviente de esa idea que he oído en alguna que otra ocasión de que determinados personajes, singularmente Don Quijote y Sancho en el caso español, tienen mayor presencia en el imaginario colectivo español e hispanoamericano que la inmensa mayoría de las grandes personalidades de nuestra historia. Probablemente más incluso que cualquiera de ellas.


Para quien quiera ver vídeos en los que Borges es entrevistado, dicta una conferencia o recita alguno de sus poemas.
http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=-JBce28jZnE

sábado, 11 de junio de 2011

Releyendo a Borges en 1978. Diccionario del Amante de América Latina (Mario Vargas Llosa)

Borges visto por Mario Vargas Llosa en 1978. Exquisitas reflexiones literarias y humanas de Mario Vargas Llosa sobre Jorge Luis Borges, escritas en 1978. Incluye algunos fragmentos de la entrada "Releyendo a Borges en 1978" incluida en el "Diccionario del Amante de América Latina" del que es autor Mario Vargas Llosa. 



En una entrada anterior de este blog, me referí a la admiración que me produjo releer la entrada sobre Jorge Luis Borges (1899-1986) del Diccionario del Amante de América Latina de Mario Vargas Llosa (MVLL). Prometí escribir más adelante una entrada sobre el fino análisis que MVLL incluyó en su interesantísimo Diccionario sobre la literatura y la persona de Borges, si es que cabe tal separación en el ser más literario que he conocido, el cual dijo de sí mismo: "estoy podrido de literatura".

La cercanía del 25º aniversario de la muerte de Borges, fallecido en Ginebra (Suiza) el 14 de junio de 1986, y lo mucho que estos días se lee en prensa sobre Borges, me sirven de acicate para cumplir esa promesa. El texto de MVLL es de bastante extensión y está dividido en dos partes (Releyendo a Borges en 1978 y Celebrando, en París, el centenario de Borges). En esta entrada extractaré el primero de los textos (bastante más largo que el segundo).

Este ejercicio multiplicador de la literatura -escribir sobre lo que otro (MVLL) ha escrito sobre lo que Borges dijo y, sobre todo, escribió- me recuerda a esas imágenes multiplicadas infinitamente que se producen cuando se coloca un objeto o un sujeto en medio de dos espejos enfrentados. Borges, que tenía un instinto insuperable para detectar las paradojas y fue un prodigioso acuñador de frases memorables, dijo de las biografías "que un individuo quiera despertar en otro individuo recuerdos que no pertenecieron más que a un tercero, es una paradoja evidente. Ejecutar con despreocupación esa paradoja, es la inocente voluntad de toda biografía".

Pues bien, yo aquí quiero despertar en vosotros lo que despertó en mi lo que Vargas Llosa dice que Borges despertó en él...


Quizás, por la devoción a la literatura que hay detrás, hubiera merecido la benevolencia de Borges la radical inutilidad de la tarea a la que se ha entregado este oscuro individuo de España que, encerrado en la soledad de su casa madrileña, ha entresacado en el año 2011 unos cuantos párrafos de lo que un afamado escritor peruano escribió en 1978 (quizás en Londres) sobre un, aún más afamado, escritor bonaerense fallecido en 1986 en Ginebra, para divulgarlos entre amigos, familiares y algunos pocos lectores más, a través de internet.

Sin duda que internet hubiera merecido la admiración de Borges. Alguien que tantas veces pensó en bibliotecas inmensas, en un recinto que albergara los libros que abarcaran todos los conocimientos humanos y la literatura universal, hubiera quedado perplejo y admirado ante la vastedad de los contenidos de la red. El, que tantas horas pasó leyendo la Enciclopedia Británica, que frecuentó las más diveras literaturas, que estudió muchas lenguas, vivas y muertas, habría disfrutado al máximo, con permiso de su vista (la perdió casi por completo a los 55 años), de esta poderosa herramienta que da acceso instántaneo a una masa ingente y sobrehumana de conocimientos y de información.



Tras este excursus hipotético (lo que Borges hubiera pensado de lo que estoy haciendo y sobre internet), me pongo manos a la dura obra de picar en el teclado, y transcribo los fragmentos que me han parecido más interesantes de Releyendo a Borges en 1978. El texto es tan bueno que, a pesar de la pereza que me da la poco creativa tarea de mecanografiar lo que otro ha escrito, me ha costado decidir qué partes excluir. Quizás hubiera acabado antes escaneándolo en un pdf (total supongo que transcribir tanto incluso citando al autor debe transgredir el derecho de autor); pero teclear ese texto me ha hecho sentir por un momento que era yo mismo quien escribía esas cosas tan agudas e iluminadoras  y, ante todo, tan originales y alejadas del tópico, sobre "el maestro". Algo hay en Borges que mueve a llamarlo así, más que a ningún otro escritor.

Espero que alguien lea, y a ser posible que los disfrute, los fragmentos que transcribo y que el esfuerzo de mecanografiarlos haya merecido la pena, más allá de volver a disfrutar del certero y profundo análisis literario de MVLL, tanto para elegir los aspectos que tratar como para argumentar y exponer sus juicios y apreciaciones. He leído bastante sobre Borges y, en mi opinión, esto se cuenta entre lo mejor.

             “Cuando yo era estudiante (…).

(…) Para mi representaba, de manera químicamente pura, todo aquello que Sartre me había enseñado a odiar: el artista evadido de su mundo y de la actualidad en un universo intelectual de erudición y de fantasía; el escritor desdeñoso de la política, de la historia, y hasta de la realidad que exhibía con impudor su escepticismo y risueño desdén sobre todo lo que no fuera la literatura; el intelectual que no sólo se permitía ironizar sobre los dogmas y utopías de la izquierda sino que llevaba su iconoclasia hasta el extremo de afiliarse al Partido Conservador con el insolente argumento de que los caballeros se afilian de preferencia a las causas perdidas.

(…) Releer sus textos, algo que he hecho cada cierto tiempo, como quien cumple un rito, ha sido siempre una aventura feliz. Ahora mismo releí de corrido toda su obra y, mientras lo hacía, volví a maravillarme, como la primera vez, por la elegancia y limpieza de su prosa, el refinamiento de sus historias y la perfección con que sabía construirlas. Sé lo transeúntes que pueden ser las valoraciones artísticas; pero creo que en su caso no es arriesgado afirmar que Borges es lo más importante que le sucedió a la literatura en lengua española moderna y uno de los artistas contemporáneos más memorables.

(…) Para el escritor latinoamericano, Borges significó la ruptura de un cierto complejo de inferioridad que, de manera inconsciente, por supuesto, lo inhibía de abordar ciertos asuntos y lo encarcelaba dentro de un horizonte provinciano. Antes de él parecía temerario o iluso, para uno de nosotros pasearse por la cultura universal como podían hacerlo un europeo o u norteamericano (…).

(…). La prosa de Borges, por su furiosa originalidad, ha causado estragos en incontables admiradores a los que el uso de ciertos verbos o imágenes o maneras de adjetivar que él inauguró volvió meras parodias. Es la influencia que se detecta más rápido, porque Borges es uno de los escritores de nuestra lengua que llegó a crear un modo de expresión tan suyo, una música verbal (para decirlo con sus palabras) tan propia, como los más ilustres clásicos: Quevedo (a quien él tanto admiró) o Góngora (que nunca le gustó demasiado)., La prosa de Borges se reconoce al oído, a veces basta una frase e incluso un simple verbo (conjeturar, por ejemplo, o fatigar como transitivo) para saber que se trata de él.

(…). Lo revolucionario de ella es que en la prosa de Borges hay casi tantas ideas como palabras, pues precisión y concisión son absolutas, algo que no es infrecuente en la literatura inglesa e incluso en la francesa, pero que en cambio en la de lengua española tiene escasos precedentes. Un personaje borgeano, la pintora Marta Pizarro (de El duelo) lee a Lugones y Ortega y Gasset y estas lecturas, dice el texto, confirman “sus sospecha de que la lengua a la que estaba predestinada es menos apta para la expresión del pensamiento o de las pasiones que para la vanidad palabrera”. Bromas aparte, y si se suprime en ella lo de “pasiones”, la sentencia tiene algo de cierto. El español, como el italiano o el portugués, es un idioma palabrero, abundante, pirotécnico, de una formidable expresividad emocional, pero, por lo mismo, conceptualmente impreciso. (…)

Dentro de esta tradición, la prosa literaria creada por Borges es una anomalía, una forma que desobedece íntimamente la predisposición natural de la lengua española hacia el exceso, optando por la más estricta parquedad. Decir que con Borges el español se vuelve “inteligente” puede parecer ofensivo para los demás escritores de la lengua, pero no lo es. Pues lo que trato de decir (de esa manera numerosa que acabo de describir) es que en sus textos hay siempre un plano conceptual y lógico que prevalece sobre todos los otros y del que los demás son siempre servidores. El suyo es un mundo de ideas, descontaminadas y claras —también insólitas— a las que las apalabras expresan con una pureza y rigor extremado, a las que nunca traicionan ni relegan a un segundo plano. «No hay placer más completo que el pensamiento y a él nos entregamos»  dice el narrador de El inmortal, con frases que retratan a Borges de cuerpo entero. El cuento es una alegoría de su mundo ficticio, en el que lo intelectual devora y deshace siempre lo físico.

Al forjar un estilo de esta índole, que representaba tan genuinamente sus gustos y su formación, Borges innovó de manera radical nuestra tradición estilística. Y, al depurarlo, intelectualizarlo y colorearlo de modo tan personal como lo hizo, demostró que el español —idioma con el que solía ser tan severo, a veces, como su personaje Marta Pizarro— era potencialmente mucho más rico y flexible de lo que aquella tradición parecía indicar, pues, a condición de que un escritor de su genio lo intentara, era capaz de volverse tan lúcido y lógico como el francés y tan riguroso y matizado como el inglés. Ninguna obra como la de Borges para enseñarnos que, en materia de lengua literaria nada está definitivamente hecho y dicho, sino siempre por hacer.

El más intelectual y abstracto de nuestros escritores fue, al mismo tiempo, un cuentista eximio, la mayoría de cuyos relatos se lee con interés hipnótico, como historias policiales, género que el cultivó impregnándolo de metafísica. Tuvo, en cambio, una actitud desdeñosa hacia la novela, en la que, previsiblemente, le molestaba la inclinación realista, el ser un género que, malgré Henry James y alguna que otra ilustre excepción, está condenado como confundirse con la totalidad de la experiencia humana —las ideas y los instintos, el individuo y la sociedad, lo vivido y lo soñado— y que se resiste a ser confinado en lo puramente especulativo y artístico. Esta imperfección congénita del género novelesco —su dependencia del barro humano— era intolerable para él. Por eso escribió, en 1941, en el prólogo a El jardín de los senderos que se bifurcan: «Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos». La frase presupone que todo libro es una disquisición intelectual, el desarrollo de un argumento o tesis., Si esto fuera cierto, los pormenores de la ficción serían, apenas, la superflua indumentaria de un puñado de conceptos susceptibles de ser aislados y extraídos como la perla que anida en la concha. ¿Son reductibles a una o unas cuantas ideas El Quijote, Moby Dick, La cartuja de Parma, Los demonios? La frase no sirve como definición de la novela, pero es, sí, indicio elocuente de lo que son las ficciones de Borges: conjeturas, especulaciones, teorías, doctrinas, sofismas.

Cada uno de sus cuentos es una joya artística y algunos de ellos —como Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, Las ruinas circulares, Los teólogos, El Aleph— obras maestras del género. A lo inesperado y sutil de los temas se suma siempre una arquitectura impecable, de estricta funcionalidad. La economía de recursos es maniática: nunca sobra ni un dato, ni una palabra, aunque, a menudo, han sido escamoteados algunos ingredientes para hacer trabajar a la inteligencia del lector. El exotismo es un elemento indispensable: los sucesos ocurren en lugares distantes en el espacio o en el tiempo a los que la lejanía vuelve pintorescos o en unos arrabales porteños cargados de mitología. (…)

Complemento inseparable del exotismo es la, en sus cuentos, la erudición, algún sabe especializado, casi siempre literario, pero también filológico, histórico, filosófico o teológico. Este saber se exhibe con desenfado y aun insolencia, hasta los límites mismos de la pedantería, pero sin pasar nunca de allí. La cultura de Borges era inmensa, pero la razón de la presencia de la erudición en sus relatos no es, claro está, hacérselo saber al lector. Se trata, también, de un recurso clave de su estrategia creativa, muy semejante a la de los lugares o personajes «exóticos»: infundir a sus historias una cierta coloración, dotarlas de una atmósfera sui géneris. En otras palabras, cumple una función exclusivamente literaria que desnaturaliza lo que esa erudición tiene de conocimientos específico de algo, reemplazando éste o subordinándolo a la tarea que cumple dentro del relato: decorativa, a veces y, a veces, simbólica. Así, en los cuentos de Borges, la teología, la filosofía, la lingüística y todo lo que en ellos aparece como saber especializado se vuelve literatura, pierde su esencia y adquiere la de la ficción, torna a ser parte y contenido de una fantasía literaria.

«Estoy podrido de literatura», le dijo Borges a Luis Harss, el autor de Los nuestros. No sólo él: también el mundo ficticio que inventó está impregnado hasta le tuétano de literatura. Es uno de los mundos más literarios que hay creado escritor alguno, porque en él los personajes, los mitos y las palabras fraguados por otros escritores a lo largo del tiempo comparecen de manera multitudinaria y continua, y de forma tan vívida que han usurpado en cierta forma aquel contexto de toda obra literaria que suele ser el mundo objetivo. El referente de la ficción borgeana es la literatura. «Pocas cosas me han ocurrido y muchas he leído. Mejor dicho: pocas me han ocurrido más dignas de memoria que el pensamiento de Schopenhauer o la música verbal de Inglaterra», escribió con coquetería en el epílogo de
El hacedor. (…)

(…) La singularidad del mundo borgeano consiste en que, en él, lo existencial, lo histórico, el sexo, la psicología, los sentimientos, el instinto etc. Han sido disueltos y reducidos a una dimensión exclusivamente intelectual. Y la vida, ese hirviente y caótico tumulto, llega al lector sublimada y conceptualizada, mudada en mito literario por el filtro borgeano, un filtro de una pulcritud lógica tan acabada que parece, a veces, no quintaesenciar la vida, sino abolirla.

            Poesía, cuento y ensayo se complementan en la obra de Borges y a veces es difícil saber a cuál de los géneros pertenecen sus textos. Algunos de sus poemas cuentan historias y muchos de los relatos (los más breves, sobre todo) tienen la compacta condensación y la delicada estructura de poemas en prosa. Pero son, sobre todo, el ensayo y el cuento los géneros que intercambian más elementos en el texto borgeano hasta disolver sus fronteras y confundirse en una sola entidad. (…)

            Ninguna obra literaria, por rica y acabada que sea, carece de sombras. En el caso de Borges, su obra padece, por momentos, de etnocentrismo cultural. El negro, el indio, el primitivo en general, aparecen a menudo en sus cuentos como seres antológicamente inferiores, sumidos en una barbarie que no se diría histórica o socialmente circunstanciada, sino connatural a una raza o condición. Ellos representan una infrahumanidad, cerrada a lo que para Borges es lo humanos por excelencia; el intelecto y la cultura literaria. Nada de esto está explícitamente afirmado, ni es, sin duda, consciente; se trasluce, despunta el sesgo de una frase o es el supuesto de determinados comportamientos. Como para T.S. Eliot, Papini o Pío Baroja, para Borges la civilización sólo podía ser occidental, urbana y, casi, blanca. El Oriente se salvaba, pero como apéndice, es decir, filtrado por las versiones europeas de lo chino, lo persa, lo japonés,  o lo árabe. Otras culturas, que forman parte también de la realidad latinoamericana —como la india y africana, acaso por su débil presencia en la sociedad argentina en la que vivió la mayor parte de su vida, figuran en su obra más como un contraste que como otras variantes de lo humano. (…)”

miércoles, 8 de junio de 2011

Rafa Nadal: entre los más grandes de la historia del tenis

Crónica de la final de Roland Garros de 2011 en que Rafa Nadal batió a Roger Federer y consiguió su sexto título del abierto de Francia. Este fabuloso tenista merece ser considerado ya, a mi juicio y el de bastantes otros, el mejor deportista español de todos los tiempos. ¡Bravo, Rafa!

 
Nadal con la copa de vencedor de Roland Garros 2011

Lo de Nadal no es de este mundo. Este chaval es un superhombre. Su caso debe ser estudiado por psicólogos y sus actitudes mentales deben ser expuestas como modelo en la preparación de todos los deportistas e incluso de todos aquellos que se enfrenten a cualquier reto, a cualquier situación difícil que requiera el éxito, el triunfo. Aparte, está su calidad humana, su ausencia total de divismo, su respeto por el rival en la victoria y en la derrota. Otro detalle digno de ser destacado es que vive y paga sus impuestos en España. No ha buscado el subterfugio de ningún paraíso fiscal o un país de residencia de conveniencia. Nadal sigue viviendo en el pueblo que le vio nacer, aunque en realidad se pase la mayor parte del año pernoctando en hoteles, de interminable gira por el mundo.

Esta temporada no había empezado bien. En el primer Grand Slam de 2011, el Open de Australia, Nadal cayó ante David Ferrer (número 7 del mundo) en tres sets en los cuartos de final. Después ha sido batido por el serbio Novak Djokovic en varios torneos de cierta importancia. Parecía que en París podía perder el número 1 del ranking de la ATP a favor del serbio, que venía imparable. Nadal no jugó bien la primera ronda, hasta el punto de que necesitó llegar al quinto set para vencer al norteamericano John Isner. Llegó a realizar algunas declaraciones en las que se percibía cierto hastío al señalar que el tenis estaba convirtiéndose en un duro trabajo para él.

Sin embargo, enseguida reaparecieron su garra y su excelente tenis y en los cuartos de final batió en tres sets tanto al sueco Soderling, el tenista que lo eliminó en el Roland Garros de 2009. Después, en las semifinales, se deshizo también en tres sets de Andy Murray. En la final se enfrentó al suizo Roger Federer, quien eliminó en una vibrante semifinal a Novak Djokovic, invicto desde finales de 2010. Para Federer era la gran oportunidad de ganar Roland Garros batiendo a Nadal, pues el suizo es consciente de que en su único título de Roland Garros no batió directamente a Nadal, el coloso de la tierra batida.


Llegó, pues, la gran final, con el público francés claramente decantado por el suizo. Nadal, salvo en momentos más o menos aislados, no llegó a su mejor nivel de juego. Hubo fases de dominio apabullante de Federer en el juego, con puntos de auténtico virtuosismo, tanto en el servicio, como con las dejadas y el revés. Nadie discute que Federer es el mejor jugador del mundo en cuanto a técnica, así como es el número 1 de la historia en cuanto a títulos; pero enfrente estaba Rafa, ese Conan de la raqueta, esa mente poderosa, capaz de resistir sin hundirse en los momentos más desfavorables y capaz de apretar duro, durísimo, en cuanto percibe que el partido ha entrado en una fase que le es favorable.


El primer set parecía cosa hecha para el suizo cuando el marcador registraba un 5-2 para Federer que llegó a tener una bola de set al resto; pero ahí reapareció la raza de Nadal y le hizo cinco juegos seguidos al que muchos califican como el mejor jugador de todos los tiempos (¡16 títulos de Grand Slam en su palmarés!). El segundo set se resolvió en el tie break por 7 a 3 para el de Manacor. En el tercer set, Roger Federer sacó a relucir su mejor tenis, su exquisito repertorio y parecía totalmente recuperado cuando se impuso por 7 a 5. Sin embargo, Nadal cerró el partido con un apabullante quinto set en el que se impuso por 6 a 1. Con este partido, las dos máximas figuras en activo se han enfrentado en 27 ocasiones y el manacorí ha vencido nada menos que en 17, cuatro de ellas en las finales de Roland Garros, todas las disputadas entre ambos. Se percibe claramente como Federer duda muy seriamente de su capacidad para batir a Nadal en tierra batida y eso lo lastra en sus enfrentamientos, especialmente en Roland Garros.


Por su parte, el historial de Rafa Nadal en Roland Garros es apabullante. Ha disputado 46 partidos en 7 ediciones. Ha ganado 45 de ellos, perdido una sola vez y en su palmarés hay 6 Abiertos de Francia (de 2005 a 2008, 2010 y 2011), igualando el record de Björn Borg (6 títulos entre 1974 y 1981). ¡Y tiene 25 años! Aparte de eso, en su palmarés están otros cuatro títulos de Grand Slam (Wimbledon 2008 y 2010, Open de Australia en 2009 y Open USA en 2010). Además, ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008 y ha formado parte del equipo español ganador de la Copa Davis de 2004, 2008 y 2009. ¡Impresionante! Recordad que hace años nos maravillaba que un tenista español ganase alguno de esos títulos.

Creo que resume muy bien lo que es Nadal en una pista y es ajustado a la verdad decir que si juega mejor que su rival, lo vapuleará en el marcador y si lo hace peor, es posible incluso que también gane. Para batirlo hay que jugar mucho mejor que él y hacerlo durante mucho tiempo. Nadal se sobrepone a los malos momentos, aprovecha como nadie los buenos y su fabulosa condición física le permite incluso mejorar el juego después de tres horas de partido.

Es totalmente justificado que desde hace ya algún tiempo muchas voces lo consideren el mejor deportista español de todos los tiempos.

¡Bravo, Rafa!

Estadísticas de la final (obtenidas de la web oficial del torneo)


Vídeo de lo más destacado de la final

Otro video de la final
Match Summary


  

Nadal (ESP)

Federer (SUI)






  1st Serve %
106 of 147 = 72 %
80 of 126 = 63 %

  Aces
4
11

  Double Faults
3
1

  Unforced Errors
27
56

  Winning % on 1st Serve
69 of 106 = 65 %
55 of 80 = 69 %

  Winning % on 2nd Serve
21 of 41 = 51 %
18 of 46 = 39 %

  Winners (Including Service)
39
53

  Receiving Points Won
53 of 126 = 42 %
57 of 147 = 39 %

  Break Point Conversions
7 of 15 = 47 %
5 of 15 = 33 %

  Net Approaches
10 of 18 = 56 %
30 of 41 = 73 %

  Total Points Won
143
130

   Fastest Serve Speed
204 KMH
208 KMH

   Average 1st Serve Speed
172 KMH
192 KMH

   Average 2nd Serve Speed
143 KMH
157 KMH

  Serve and Volley Points Won
0 of 0 = 0 %
7 of 10 = 70 %